Aunque solemos asociar el latín medieval con la Iglesia Católica, su uso en la Edad Media fue mucho más amplio. Durante siglos, el latín fue la lengua franca de la educación, la diplomacia y la ciencia en Europa, manteniendo su estatus como el idioma del conocimiento y la cultura.
Los monjes copiaban manuscritos en latín, preservando obras de la antigüedad clásica que de otro modo se habrían perdido. Además, los estudiosos escribían en latín para garantizar que sus ideas fueran comprendidas más allá de las fronteras lingüísticas. Desde tratados filosóficos hasta descubrimientos científicos, el latín fue el vehículo que permitió la difusión del saber en una Europa fragmentada por diferentes lenguas.
Esta etapa de la historia del latín muestra cómo la lengua fue mucho más que un vestigio del pasado: fue una herramienta viva para construir un futuro intelectual común en un continente dividido.