En astronomía, como en biología, el latín es clave en la nomenclatura. Muchas estrellas y objetos celestes se nombran utilizando una combinación de latín y griego para reflejar tanto su ubicación en el cielo como sus características. Este sistema binomial, inspirado por el trabajo del astrónomo Carl Linnaeus en biología, ha sido adoptado por la Unión Astronómica Internacional (IAU) para mantener una uniformidad global en los nombres de cuerpos celestes.
Por ejemplo, el planeta Vega es conocido en latín como Vega, que significa «el que cae». Esta estrella, la más brillante de la constelación de Lyra, sigue el patrón latino, con su nombre que describe un movimiento aparente en el cielo. Este tipo de nomenclatura no solo es práctico, sino que también refleja el profundo respeto que la comunidad científica tiene por el latín como lengua de tradición científica, asegurando una continuidad cultural que enlaza el pasado con el presente.