La cartografía celeste, que busca representar el cielo estrellado en mapas precisos, también ha sido influenciada por el latín. A lo largo de los siglos, los astrónomos han utilizado esta lengua para identificar y etiquetar estrellas, constelaciones y otras características del firmamento. La nomenclatura en latín facilita la creación de mapas estelares uniformes, ya que es una lengua comúnmente entendida en el ámbito científico.
Por ejemplo, el nombre de las constelaciones y sus estrellas más prominentes provienen en gran parte del latín, como Arcturus (la estrella más brillante de la constelación de Boyero) o Altair (la estrella más brillante de la constelación del Águila). Además, las descripciones y las posiciones de estos cuerpos celestes en los mapas se dan en latín, lo que ayuda a mantener una coherencia en la representación y el estudio del cielo. Este uso del latín asegura que los mapas astronómicos puedan ser leídos y comprendidos por cualquier astrónomo, sin importar su idioma nativo, manteniendo la ciencia astronómica accesible a una audiencia global.