Los primeros manuscritos europeos que incorporaron los números árabes reflejan un periodo de transición en la escritura numérica. Al principio, estos números aparecían junto a los números romanos, como un sistema auxiliar, hasta que su claridad y facilidad de uso convencieron a los escribas y matemáticos. En los textos de la Baja Edad Media, se observa una evolución en la forma de los dígitos, desde trazos rudimentarios hasta las formas que hoy reconocemos. La influencia de la caligrafía árabe y las variantes locales de escritura dieron lugar a diferentes estilos en la representación de los números.
Durante los siglos XIII y XIV, los números árabes se utilizaron principalmente en documentos comerciales y científicos, aunque con una gran variedad de grafías. En manuscritos italianos, por ejemplo, se puede ver una forma más estilizada y redondeada de los números, mientras que en textos alemanes y franceses tenían trazos más angulosos. Esta diversidad se debía en parte a la influencia de las distintas escuelas de copistas y la evolución de la caligrafía gótica en Europa.
Con la llegada de la imprenta de tipos móviles en el siglo XV, los números árabes se normalizaron en los textos impresos, fijando las formas que conocemos hoy. La tipografía influenció la apariencia final de los dígitos, haciendo que su diseño se volviera más uniforme y accesible. Este proceso de estandarización marcó la última etapa en la evolución de los números árabes en Europa, consolidándolos como el sistema numérico dominante en el mundo moderno.