Uno de los ejemplos más conocidos del uso de ad hoc en la historia es la creación de tribunales ad hoc para juzgar crímenes de guerra. Tras la Segunda Guerra Mundial, se estableció el Tribunal Militar Internacional de Núremberg, una instancia ad hoc destinada específicamente a juzgar a los líderes nazis responsables de crímenes contra la humanidad. Este tribunal no existía previamente, ni formaba parte de un sistema judicial habitual; fue creado únicamente para resolver una situación excepcional que requería una respuesta única y sin precedentes.
Más tarde, la idea de tribunales ad hoc reapareció en conflictos posteriores, como el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR). Ambos fueron creados específicamente para juzgar los crímenes cometidos en contextos muy concretos y tuvieron una duración limitada: cumplieron su propósito y luego dejaron de existir. Este carácter puntual y específico es lo que define una institución ad hoc.
En estos casos, el término ad hoc no solo muestra la capacidad de adaptarse a necesidades particulares, sino también su carácter temporal: lo que se diseña «para esto» no siempre perdura más allá del problema que busca resolver. Así, la historia nos enseña cómo algo ad hoc puede tener un impacto monumental en la justicia y la política global, demostrando que lo temporal no necesariamente es improvisado o poco significativo.